Sin palabras

Queridos lectores: estos días una idea ha estado rondando por mi cabeza y es la de empezar a dar clases. Aún no sé si realmente será algo que me gustará, pero creo que lo intentaré. El siguiente relato, nació de eso. Espero lo disfruten, ¡Feliz jueves!

Por fin estoy enfrente de todos, a punto de empezar, pero las miradas de los asistentes me detienen. Jamás pensé que me sentiría así y mientras más personas llegan, más incapaz me siento. Es como si el deseo que sentía por llegar a donde estoy (el cual duró años) se desvaneciera en unos segundos.

Miro a mis espaldas, con la esperanza de regresar a la parte de atrás del escenario, pero mi hermana se da cuenta de mis intenciones y me hace señas de que ya es tarde y de que debo de empezar. Todos están observándome.

Vuelvo a mirar a mi público y un nudo increíble en la garganta se adueña de mí. Todos están a la expectativa sobre lo que tengo que decir, así que el silencio cubre la sala entera. Creo que me sentiría menos nervioso si no estuvieran tan al pendiente de todos mis movimientos, ¿ya se habrán dado cuenta que estoy sin palabras?

Toco el micrófono para asegurarme que funciona, con una leve esperanza de que no suene. Para mi desgracia, creo que los técnicos han hecho muy bien su trabajo. Algunos de los asistentes se tapan los oídos ante esa inesperada alteración del silencio.

Trago saliva una vez más y, sin más remedio, empiezo a hablar enfrente esas 300 personas. Poco a poco, algo extraño se adueña de mí y mis miedos van desapareciendo. Empiezo a sentir de nuevo como estoy cumpliendo un sueño que tenía hace años: dar mi propia conferencia.

Los aplausos atronadores llenan la sala y unas cuantas personas se ponen de pie, ¡Les ha encantado! Entonces, vuelvo a ver el micrófono y, con gran sentimentalismo, grabo en mi mente esos momentos, para siempre recordar ese día. Para tener presente que al principio yo fui el que me quedé sin palabras, pero después, ellos fueron los que lo hicieron, y eso era lo más significativo para mí. Sólo tenía que recordar ese momento la próxima vez que no me sintiera capaz, la próxima vez… que me quedara sin palabras.

Anne Kayve

Imagen de lograstudio en Pixabay

10 respuestas a “Sin palabras

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  1. Bueno, como he dicho, soy profesora de apoyo, es decir, trabajo con un solo niño en la clase, no con toda la clase, aunque siempre ayudo cuando puedo. Ese niño tiene diferentes necesidades especiales y puede ser un encanto o una pesadilla (agresivo físicamente, que diga mentiras acerca de ti poniendo en peligro tu trabajo, que se escape del aula…).

    No en todos los países tienen a la profesora de apoyo dentro del aula todo el rato. No sé cómo es en tu país.

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  2. Todo lo que aprendo de los niños. Ver cómo superan obstáculos, cómo disfrutan la vida a pesar de todo, cómo siguen adelante sin importar cuánto esfuerzo supone.

    Aprendo a ver las cosas desde otros puntos de vista, los suyos. Aprendo a apreciar mucho mi salud y la de mis hijos, tanto la salud física como la mental. También aprendo cómo las malas actitudes de algunos «padres» pueden afectar en el desarrollo social de los niños.

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