Queridos lectores: estoy segura que a veces los sueños nos pueden salvar… ¡Un abrazo!
No sé por qué, pero desde pequeño he odiado a los perros. Mi mamá me comentó alguna vez que fue porque uno me gruñó de pequeño, pero yo no recuerdo esa escena.
Un buen día, me encontré un cachorro abandonado. Estuve tentado a dejarlo ahí donde estaba, pero lo vi tan solo y tan lastimado que no pude hacerlo. Me prometí curarlo y, después, darlo en adopción. Sabía que por mi fobia, no podía quedarse conmigo.
Pasaron los días, y se fue curando. Fue hermoso la forma en que empezamos a conectar. Cada vez me daba más miedo el hecho de llegar amarlo antes de dárselo a alguna otra familia.
Una noche soñé que moría y que para llegar a paraíso tenía que cruzar un río. Eso me causó una gran angustia porque yo nunca aprendí a nadar. De repente, un ladrido llamó mi atención. Era el perrito que acaba de salvar, pero ya grande. Me jaló de mi sudadera para que lo siguiera, y me ayudó a cruzar. Lo último que recuerdo de él es su colita moviéndose, feliz por haberme ayudado.
Desperté con lágrimas en los ojos y corrí a abrazar a Bruno. Entonces, le prometí que lo adoptaría y que jamás volvería a dejar que alguien más lo abandonara. Parece que los sueños, a veces salvan más de una vida. Yo lo salvé y él… él me salvó a mí.
Anne Kayve
Imagen de Free-Photos en Pixabay
ojala y todos los sueños pudiesen salvarnos…hay algunos que nos condenan…nos olvidan…Besos al vacío
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Y nos hacen querer morir… a esos se les llaman pesadillas
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